sábado, 21 de junio de 2014

Sabías que en Chile no está el Condón Femenino: lo conoces?

El condón femenino es el único dispositivo de doble prevención que la mujer puede controlar y así tener mayor autonomía en su protección contra  las enfermedades de transmisión sexual, el VIH/SIDA , el virus del  papiloma humano, y el embarazo no deseado. Pero en Chile no hay condones femeninos. Basta de excusas, el condón femenino es una solución rentable (muchos gobiernos ahorran hasta millones de dólares anuales en gastos de salud), aceptable, placentera y efectiva (ver estudio de Oxfam abajo). Incluso a los hombres les gusta la sensación mas natural del condón femenino.
La Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH/SIDA Chile (ICW Chile) ha visto un patrón de transmisión  y es el siguiente: las mujeres casadas adquieren VIH/SIDA a través de sus maridos o parejas estables y únicas, debido a que ellos buscan otros u otras parejas sexuales (el estudio más reciente dice 87.5% de las mujeres viviendo en Chile se infectan de esta manera). Estas mujeres dependen de sus parejas para la prevencion, ¿pero cuantos niegan ponerse un condon masculino? Además cabe mencionar que  las mujeres trabajadoras sexuales de Chile, según Fundación Margen, ya muestran una demanda creciente para el uso del condón femenino, llegando cada vez más mujeres a su organización para solicitarlos.  A la luz de estos antecedentes  ya mencionados, concluimos que  la mujer Chilena merece tener mayor control de su sexualidad, salud y reproducción.
Llevemos a Chile el condón femenino. Distribuyéndolo de forma gratuita a través  del sistema de salud  junto con el condón masculino. De esta forma podemos prevenir que más mujeres vivan  con VIH/SIDA en Chile y el gobierno podrá  ahorrar hasta millones de pesos anuales en gastos de salud pública.


martes, 3 de junio de 2014

Piropo: una forma de acoso sexual.

Por Daniela Aceituno Silva*

En mi país, en sus calles y principales avenidas, pero también en los callejones y pasajes hay mujeres de todas las edades, de distintas personalidades, de diversos tipos y colores de piel, que estudian, trabajan en sus casas o fuera de ellas, que aman, que escriben, leen, comen, se excitan, lloran, gritan, callan, ríen.

Las mujeres de nuestras calles, que perfectamente podrían ser tu mamá, la joven que escucha audífonos y solo a sus audífonos, mi mamá, la abuela, tu hija, mi hermana, la niña que va al colegio por la mañana aun con sueño y a su pesar, en más de alguna oportunidad se han convertido en presa del terrible piropo callejero. ¿Qué me estás diciendo? Sí, lo que escuchas, un terrible piropo callejero. Pero ¿Qué tiene de malo?, ¿acaso no les gusta que les digan que son lindas?, ¿acaso los hombres se tienen que quedar callados si ven a una mujer que consideran “guapa” en la calle? ¡Pero sí eso va en contra de su naturaleza! Me dijo una vez un hombre cerca de una estación de Metro, en Santiago. Y no tenía razón, no puede ser que “lo que damos por sentado”, que aquello que se nos ha enseñado como “natural” lo adoptemos para sí y en nuestras relaciones sin cuestionarlo, sin cuestionarnos.

Algo pasa con los hombres que se sienten con un derecho “natural” de piropear o de decir algunas frases que ellos consideran altamente halagadoras. Algo pasa con el cuerpo de las mujeres que es considerado una propiedad pública al que fácilmente se puede acceder, alguna confusión debe haber entre los objetos públicos, la banca de una plaza, el papel que se bota, el perro que se espanta, y mi cuerpo, tu cuerpo.

Simone de Beauvoir, pensadora, novelista y feminista francesa, por allá por los años 80´ afirmaba que "el cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra comprensión del mundo y el boceto de nuestro proyecto". Por esto, amigas, sí, declaro y protesto: que nos piropeen en la calle es una forma de maltrato, que transgredan nuestra intimidad en el espacio que es de todos y todas y sin nuestro consentimiento es violento. La Real Academia de la Lengua Española, RAE, traduce el término piropo como “dar a alguien muestras de afecto o rendimiento con palabras o acciones que puedan serle gratas”. Desde esta perspectiva, ¿por qué alguien tendría que decirnos algo exponiéndonos frente al resto? Creo que el problema no es la atracción o no, sino más bien cómo nos enfrentamos a ella en un espacio que dada nuestra cultura –fundamentalmente patriarcal - , es desigual.

Entonces, convengamos, un piropo es un abuso de poder, el piropo es la máxima expresión de aquella premisa que plantea que los hombres gozan de una sociedad de privilegios, una cultura que les pide, les exige y les valora por su masculinidad rudamente demostrada a través de estos gestos de hostilidad. Mujeres, ¿ustedes qué sienten cuando están en el Metro, en la calle, en la sala de clases, en la playa, en el tren, en la piscina, en sus trabajos, en la marcha, y viven estas situaciones?

Seguramente muchas se han sentido bien. Les confieso que yo también. Nos han enseñado que debemos ser lindas, que siempre tenemos que estar arregladas, sumisas, puras, monógamas y tiernas. Dentro de ese estereotipo el piropo vendría entonces a alimentar esa autoimagen que nos han pedido construyamos.

La académica estadounidense Eve Kosofsky Sedgwick utilizaba el término "homosociabilidad heterosexual" para reflejar relaciones interpersonales que se dan en el espacio público y que en nuestras sociedades se estructuran en base a una sociabilidad entre hombres, donde las mujeres son sexualizadas y asumidas como objetos de intercambio sexual. Siguiendo la idea anterior, José Manuel Morán, Cientista Político vinculado al Observatorio de Equidad y Género en Chile planteó el pasado enero del 2013: “En nuestras sociedades latinoamericanas, presas aún de códigos fuertemente patriarcales que históricamente han puesto a las mujeres en un lugar jerárquicamente inferior al de los hombres, el piropo (me refiero a ese frecuente piropo de mal gusto, sexista y/o que busca destacar los cuerpos sexuados de las mujeres) no es inocuo. Por el contrario, reproduce todo un orden social y cultural que posiciona a mujeres y hombres en un lugar de desequilibrio a favor de estos últimos”. Entonces, ¡tenemos dignidad y merecemos respeto! No necesitamos que gratuitamente se nos viole en el espacio público.

En el caso de las mujeres, la política del cuerpo supone tomar consciencia de lo que plantea Ferdinand de Saussure quien aseguraba que el lenguaje crea realidad, pensamiento que retoma Rafael Echeverría en 1994 y Humberto Maturana en 1998. En este sentido, lo que se pone en lenguaje se hace visible, que no es precisamente el halago sino todo lo contrario, la violencia estructural y simbólica de la cual somos testigas las mujeres. Ahora bien, lo que no logramos poner en lenguaje no se nos hace visible, es decir, se invisibiliza; por lo tanto no solo tomar consciencia sino que además alzar la voz frente a este tipo de situaciones confronta nuestro lenguaje, un lenguaje dado desde las experiencias de las mujeres, para las mujeres, a los otros lenguajes hegemónicos y dominantes.

En el último tiempo, y en varios países de América Latina, han surgido diversas organizaciones que denuncian el "hostigamiento" sufrido por las mujeres en las calles. Hollaback!, es un claro ejemplo, pues se trata de un movimiento feminista internacional que ha creado un mapa en su web oficial donde las mujeres pueden denunciar dónde sufrieron acoso y compartir sus experiencias personales.

En Argentina existen grupos como "Acción Respeto", que se dedican a pegar carteles en las calles y hablar con los transeúntes para explicarles por qué consideran necesario actuar contra el acoso callejero.

Chile, por su parte, creó en noviembre del 2013 el Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC), conformado por un equipo de abogados y abogadas que se encargará de redactar un proyecto de ley con el fin de establecer los parámetros del hostigamiento en la calle y fijar penas. En Chile también, el Kolectivo Poroto, un grupo de hombres, ha estado preocupado de estos temas y declaran: "En nuestros contextos culturales, la práctica de "piropear" no es solamente una tradición criolla reflejada en galantería, sino es, si miramos con la perspectiva de género, una práctica que remite a una relación estructural de dominio y sometimiento del cuerpo femenino”. ¡Bien chicos!

Pero definitivamente necesitamos mujeres conscientes de esta situación, organizaciones defensoras del buen trato y que promuevan la no violencia a las mujeres desde esta perspectiva. Necesitamos también, construir una nueva poesía, una nueva forma de comunicarnos, con más respeto, con más humanidad, con menos intimidación, que nos permita fijar límites para responder con libertad a la pregunta ¿hasta dónde una expresión cultural puede ser claramente una forma de abuso?


*Trabajadora Social (Utem), Magíster en Ciencia Política (U. Chile), Diplomada en Educación y Derechos Humanos (Utem) y Diplomada en Derecho Internacional de los Derechos Humanos (U. Chile).

CARTA PÚBLICA EN RESPUESTA A REPORTAJE DE EL MERCURIO

Sí, soy feminista

El domingo 1 de junio apareció en el área de Reportajes del diario El Mercurio un ‘reportaje’  bajo el título “Feministas al poder: la red que se instaló en el gobierno”, escrito por las periodistas Consuelo Cifuentes y Renata Fernández.

Este trabajo periodístico carece de argumentos y falta a la rigurosidad, de reporteo, de seguro porque la periodista que realizó llamadas telefónicas –Consuelo Cifuentes- desde mediados de la semana pasada, hizo este reportaje constatando –sesgadamente- antecedentes vagos.

El pasado 9 de marzo en el contexto de un aniversario más del Día internacional de la Mujer; un número importante de feministas saludamos sororalmente a Gloria Maira y Claudia Pascual por los nombramientos como reconocimiento a la trayectoria y el trabajo de cada una. En la ocasión, también manifestamos nuestras expectativas feministas desde la autonomía que nos da ser parte de los movimientos sociales, y con la certeza de que los avances han sido fruto de nuestras luchas, a las mujeres nada nos ha sido dado y sabemos del poder de la organización y coordinación de esfuerzos.
Aclaro como una integrante más de la Articulación Feminista Por la Libertad de Decidir, que este colectivo de feministas de la región metropolitana, no abandonará el seguimiento, la observancia y el trabajo propositivo en la persecución de los derechos humanos de todas y para todas las mujeres, con convicción y desde la calle.

El texto periodístico habla de ser feminista como un mal, “la red que se instaló en el gobierno”, sin embargo la paridad, la equidad, la igualdad de oportunidades, apoyar la agenda de género son conceptos acuñados por los gobiernos hace más de 20 años. Lo que las feministas buscamos es transformar una sociedad basada en la dominación, violenta –no sólo hacia las mujeres-, discriminadora y controladora, depredadora del medio ambiente, hegemónica en los discursos, las ideologías, las formas de vida, entre otras muchas imposiciones; hacia una cultura de respeto, libertaria, no violenta, y basada en los derechos humanos.

Esto me huele a una ‘caza de brujas’, cuál será el sentido último de esta columna. En momentos en que la representatividad está en cuestionamiento y claramente no hay coherencia entre las demandas de las personas y lo que plantean los gobiernos, la presencia de diversos sectores en puestos de toma de decisiones es un avance. Nuevamente vuelve a tomar sentido aquella frase de Julieta Kirkwood: “Democracia en el país y en la casa”.

Soledad Acevedo Arenas
Feminista y activista por los derechos humanos de las mujeres.



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